Hace algunos tiempo, departiendo con algunos colegas de la Seguridad Privada Empresarial nos hacíamos una pregunta que se quedó sin respuesta en aquel entonces, y que yo propondría a las nuevas generaciones de especialistas de la seguridad la debatan para ver a qué conclusiones llegan hoy.
Si en un ambiente general de buena seguridad pública: autoridades serias, honorables, profesionales, responsables; una justicia igualmente honorable, recta imparcial, incorrupta, ágil, oportuna, una enseñanza pública y privada bien orientada sobre
valores ciudadanos e individuales, una cultura basada en el civismo, en el respeto a los demás, en el acatamiento de las normas de convivencia, un gobierno decente, en donde sus actuaciones están orientadas por el interés general anteponiéndose a intereses particulares y de grupúsculos de presión, unos legisladores conscientes de su importancia social y de la trascendencia que tiene su accionar en la estructuración de una sociedad decente o en su degradación hacia una sociedad bellaca; nos preguntábamos, pues, si en un ambiente como el descrito, la seguridad
privada tendría una participación muy activa, intensa, fuerte, en la protección del patrimonio empresarial, o si más bien los esquemas de seguridad empresarial podrían ser muy livianos, superficiales, rutinarios, porque la poca frecuencia y la severidad de los ataques no ameritan más.
Pero la posibilidad de que en ese ambiente, la necesidad de mantener el estado de las cosas, de sostener el nivel de protección adecuado, para que el control de pérdidas se mantenga por debajo de niveles aceptables, se requiera de todas maneras de esquemas pesados, complejos, múltiples, costosos, nos dejaba la inquietud de que el planteamiento no se resolvía en forma sencilla.
Lo que sí estaba claro para los contertulios, era que en un ambiente contrario al planteado en el párrafo anterior, la protección del patrimonio de las empresas, se convierte en un desafío feroz, en donde se deben atender simultáneamente múltiples frentes porque los ataques vienen de todos lados.
El patrimonio de la empresas, (la unidad básica de la economía) se convierte en un botín detrás del cual van todas las modalidades delictivas que se incuban en una sociedad, en donde los factores que se describieron en el párrafo dos del presente escrito, son todos completamente opuestos. Desde luego, considerándose las espetables excepciones.
Nos proponemos elaborar una serie de ensayos sobre los que podríamos considerar factores que inciden en la descomposición que se muestra en algunos sectores de nuestra sociedad, que generan INSEGURIDAD, y que afectan desde luego, la operatividad y la competitividad de nuestras empresas, inmersas hoy en los mercados globalizados y enfrentadas a empresas que operan en ambientes muy positivos y proclives a su progreso y desarrollo.
